Llevamos días pensando en ti y en Sally pero es importante decirlo, intentar atar con palabras y tinta lo que uno piensa, recuerda y hasta ha olvidado. Recuerdo cuando nos conocimos, en la Puerta del Sol, en una quedada de madrileños como ha habido otras; creo que es la única vez que te he visto sin Sally (a ella lo conocí más tarde, a las puertas de la Microbiblioteca, como tu musa lo que me pareció sencillamente genial); desde ese momento te oigo decirme (¿cuántas veces?) que “los lunes ecologistas tenían que estar en las escuelas” pero, sobre todo y siempre, recuerdo tu pasión, tú hablabas, teorizabas, opinabas y mil cosas más y yo te escuchaba un poco apabullada y otro poco sorprendida, incapaz. Esa pasión y el tiempo acabaron por convertirte en alguien grande y sabio, en alguien a quien tener muy en cuenta y escuchar. Y leyendo ahora a los compañeros, recupero un recuerdo que había perdido. Me olvidé del “Autoepitafio”; he corrido a leerlo buscándote y, sí, ahí estabas.