Hace unos meses me llamaste para contarme tu enfermedad. Lo hiciste con una entereza que apenas permitiste que se quebrara unos segundos. Zanjaste el lagrimeo con un «pero no te llamaba para esto, Zurdo». En parte sí, pero me llamabas sobre todo ilusionado para contarme tu proyecto, un legado que querías dejar al mundo del microrrelato. Era sencillo, en el marco de las convocatorias de ENTC, ibas a convocar el Premio Lince montesdetoledo, que premiaría al relato más original. Me lo remarcaste hasta el infinito, «Zurdo, ni el mejor ni el más bonito, el más original». El premio sería un lote de libros de microrrelatos, entre ellos todos los publicados hasta la fecha por Talentura. A cambio sólo me pedías una cosa, que formara parte del jurado. Por supuesto que te dije que sí. Por agradecimiento a tu generosidad, no sólo por comprarnos ese lote, sino por el apoyo constante a nuestra editorial. Y porque tú y yo compartíamos desde hace tiempo esa preocupación por la original...
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