TU ORIGINALIDAD, de Mariano Zurdo
Hace unos meses me llamaste para contarme tu enfermedad. Lo hiciste con una entereza que apenas permitiste que se quebrara unos segundos. Zanjaste el lagrimeo con un «pero no te llamaba para esto, Zurdo». En parte sí, pero me llamabas sobre todo ilusionado para contarme tu proyecto, un legado que querías dejar al mundo del microrrelato. Era sencillo, en el marco de las convocatorias de ENTC, ibas a convocar el Premio Lince montesdetoledo, que premiaría al relato más original. Me lo remarcaste hasta el infinito, «Zurdo, ni el mejor ni el más bonito, el más original». El premio sería un lote de libros de microrrelatos, entre ellos todos los publicados hasta la fecha por Talentura. A cambio sólo me pedías una cosa, que formara parte del jurado. Por supuesto que te dije que sí. Por agradecimiento a tu generosidad, no sólo por comprarnos ese lote, sino por el apoyo constante a nuestra editorial. Y porque tú y yo compartíamos desde hace tiempo esa preocupación por la original...
Queridísimo Javier:
ResponderEliminarApenas han pasado unas pocas horas desde que nos dejaste y no te haces a la idea del sentimiento de tristeza que nos embarga a todos los que te conocimos. ¡Menuda la has liado, amigo! Pero te diré que has levantado los corazones de decenas, centenares de microrrelatistas para recordarte.
Cuánto voy a echarte de menos, sobre todo los sábados, y tú sabes por qué. El pasillo de la frutería, el de bollería o el de yogures y pescadería no volverán a escucharnos hablar de literatura y las mañanas de los sábados habrán perdido toda su magia. La magia que tú tenías.
Gracias, por todo y por tanto.
Un señor bajito y calvo me habló de los Montes de Toledo. Yo no sabía qué era eso hasta que el eco de esa cordillera, de las abubillas, chotacabras o picapinos que la pueblan, llegó para embriagarme de historias de pueblo recio castellano-manchego.
ResponderEliminarEse señor calvo y bajito un día se fue. Pero las ensoñaciones de los Montes permanecieron en los sauces, alcornoques o encinas de sus cuentos y se propagaron por todo el orbe, para poder seguir soñando palabras pequeñas, en páginas plenas.
María José Viz Blanco
(Publicado en Viernes creativos, de Ana Vidal)
Sé que no son solo cosas mías, que todos los que te conocimos, tenemos ese vacío clavado en una aurícula. O en un ventrículo. Sé que habrá palabras, o lugares, o emociones, en las que encontraremos una razón para recordarte y sonreír, porque te las apañabas como pocos para sacarnos una sonrisa. Sé que cada vez que alguien me diga un "serán cosas mías", yo pensaré en ti, como siempre desde que me hiciste aquel comentario en Las Tres Rosas Amarillas. Lo que no sé es cómo conseguir quitarme de encima esta tristeza. Seguro que tú me ayudas.
ResponderEliminarSi alguna vez he tenido claro que la muerte es algo relativo es ahora. Porque a Javier le va a costar mucho trabajo despegarse de nosotros, porque entre sus historias y su presencia siempre inolvidable, va a ser poco menos que imposible que acabe de borrarse su huella. Comparto este cuento escrito para los viernes creativos de Ana Vidal. Hasta siempre Ximens…
ResponderEliminarTierras de promisión (para Javier Ximens: inolvidable, único)
Qué nos unía a aquella tierra, nunca lo supimos. Pero inventamos excusas que nos permitieron volver siempre que podíamos. Papá se moría por la carne de venado, por su macerado denso y el aroma a Altozano que escapaba de la cocina de cualquiera de los restaurantes de la comarca. Mamá siempre necesitaba un bolso nuevo, o un monedero o una mochila o un cinturón para el día del padre, confeccionados con los cueros que allá curten al viento del sudeste. Miguel encontró a Silvia, una chica de mejillas relucientes que le reía las gracias y que descubría su piel blanca para que la recorriera a capricho, en los atardeceres de los Montes de Toledo. A mí me atrapó el rumor cálido que transcendía a los últimos trigales, el aliento que rodeaba a los pinos y carrascas, las palabras que flotaban hilvanadas en un vaivén de cuentos. Aquella voz animosa y socarrona que susurraba a los milanos mecidos por las brisas de poniente, que compartía confidencias con todas las estatuas que habitan las plazas de los pueblos, que le ponía peinetas a la muerte, despreocupado y feliz, sabedor de la eterna supervivencia del juglar.
Me rebelo al ver desaparecer las luces de lo genuino, el encanto de las palabras justas, la justicia de la palabra directa, la franqueza del hombre primitivo que torea con arte un victorino; los límites de la canica o de la Plaza Roja, el don del superabuelo (a pesar de los abuelos escritos), el talento para captar lo antiguo en una línea, y aquel Palermo, el Palermo oculto de X. Ximens, que visitaremos como una verdad escondida tras los Montes de Toledo.
ResponderEliminarQuerido amigo:
ResponderEliminarEs cierto, hay cosas que no tienen remedio, como la muerte, o como el olvido. De lo primero, ¿qué decirte?, menuda putada. De lo segundo, quédate tranquilo, has dejado muchos rastros para no caer en él.
Ximens, con X, siempre me pareció un nombre extraño. Luego descubrí que no era extraño, sino original, como sus ocurrencias, que nos contagiaron a todos los que paseábamos por este mundo virtual.
Para mí, las estatuas de todas las ciudades de todos los mundos posibles siempre serás tú…ese hombre de los Montes de Toledo.