EN LOS MONTES DE TOLEDO, de Miguel Ángel Molina
Benicia se anuda el mandil mientras comenta a Justino que alguien anda contando historias suyas por el maldito internet. Justino, que parece no escuchar, marcha a la cochiquera, pero escapa hacia el bar. Al rato con el gaznate seco, pero sonriente; cuenta que ha leído esas historias y ha visto fotos del que las escribe.
Días después las redes sociales lloran por Ximens; demasiado joven para irse tan pronto. Mientras tanto, ajenos a todo, Benicia y Justino disfrutan ensimismados con ese hombre, de pelo escaso y sonrisa interminable, que les cuenta cosas que son verdad, pero no han pasado.
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