Llevamos días pensando en ti y en Sally pero es importante decirlo, intentar atar con palabras y tinta lo que uno piensa, recuerda y hasta ha olvidado. Recuerdo cuando nos conocimos, en la Puerta del Sol, en una quedada de madrileños como ha habido otras; creo que es la única vez que te he visto sin Sally (a ella lo conocí más tarde, a las puertas de la Microbiblioteca, como tu musa lo que me pareció sencillamente genial); desde ese momento te oigo decirme (¿cuántas veces?) que “los lunes ecologistas tenían que estar en las escuelas” pero, sobre todo y siempre, recuerdo tu pasión, tú hablabas, teorizabas, opinabas y mil cosas más y yo te escuchaba un poco apabullada y otro poco sorprendida, incapaz. Esa pasión y el tiempo acabaron por convertirte en alguien grande y sabio, en alguien a quien tener muy en cuenta y escuchar. Y leyendo ahora a los compañeros, recupero un recuerdo que había perdido. Me olvidé del “Autoepitafio”; he corrido a leerlo buscándote y, sí, ahí estabas.
Ximens:
Apenas te has ido y ya te añoro, compañero
de letras. No puedo imaginar las Microquedadas sin tu
presencia, sin tu bonhomía, sin esa mirada pícara, y sin poder observar
esa amplia sonrisa que nunca te abandonaba.
No sé quién podrá transmitirnos esa
sabiduría infinita que sólo atesoran los grandes maestros, como lo eras
tú. Para rememorar algunas de tus
mejores incursiones en esto de la narrativa he rebuscado en aquellos
fragmentos de tu obra que en algún momento me dejaron una profunda
huella. Y uno de los textos que más me perturbaron
fue "La última cena" que compartíste junto a muchos de nosotros en la
alambrada, tanto en el blog como en el volumen de Microrrelatos
Indignados, que Miguel Torija recogió con gran valentía, en plena
crisis. A tus lectores nos dejastes noqueados, al narrar en apenas unas
líneas, con esa crudeza que sólo puede mostrar una realidad injusta y
cruel. Y es que como confesaste en los comentarios esa historia tenía
raíces en tu propio barrio. Y lo
contaste con una gran sencillez, utilizando las palabras justas,
sangrantes, duras y directas. Javier, con este micro
conseguiste superar con mucho cualquier ficción que la mente
calenturienta de los "locos microrrelatistas" podría haber imaginado.
Hasta siempre compañero, seguiremos viéndonos
en los Montes de Toledo y continuaremos quedando en la alambrada.
Un beso enorme para ti y todos los tuyos, que
ya forman parte de nuestra familia
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