DE BANCOS Y ATOCHAS, de Eva García

Un día te dije, Javier, que  me había dicho Don Ramón María que desde ese banco de la Alameda de Santiago también se veían los Montes de Toledo, que te dejaba un hueco para cuando quisieras ir a leerle algún micro. Me contestaste que algún día pasarías a aprender de él y que los Montes de Toledo eran cada día más visibles. Y me diste besos de lince.
Nunca me habían dado besos de lince, nunca podré volver a pasar por ese banco sin acordarme de ti. Y nunca podré volver a escuchar la palabra atocha sin pensar en el esparto y en todo lo que aprendí de ti, compañero.  Gracias.

Comentarios

Entradas populares de este blog

PARA XIMENS,de Asunción Buendía

TU SONRISA CON ALMA, de Luisa Hurtado